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"Confieso: he dormido con Stephen King"
El escritor Milo J. Krmpotic publica una nueva novela titulada 'El Murmullo', un thriller sobre el mundo de la prensa, con presencias sobrenaturales (o no)
Milo J. Krmpotic.
Milo J. Krmpotic.
Luis Artigue
21/12/2014 (20:54 horas)
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Tras algunas novelas juveniles, una falsa biografía gastronómica, un noir argentino y una fantasía gótica el escritor y redactor jefe de la revista Qué Leer Milo J. Krmpotic publica una nueva novela titulada 'El Murmullo' (Editorial Pez de plata) en la cual vuelve a cambiar de registro; un thriller con presencias sobrenaturales (o no) donde trata también el mal estado del mundo de la prensa. Sobre esa novela, sobre sus miedos infantiles y sus miedos adultos, sobre literatura, sobre algo de esto o sobre nada de esto versa esta entrevista con el autor para leonoticias.com.

No sé qué me da más miedo, sus espectros o la situación del periodismo.

Yo sí lo tengo bastante claro. Mis espectros –que en realidad no son míos, sino de la protagonista, Gloria Casavella– representan el miedo a lo desconocido. Y, aunque pueda interpretarse que tienen su incidencia en la historia, desde luego no les adjudicaría connotaciones negativas. Lo del periodismo, en cambio…

Usted lo ha vivido en carne propia.

Bueno, tras catorce años en Qué Leer lo he vivido directamente en la vertiente del periodismo cultural, donde las siete plagas han sido en realidad ocho o nueve.

¿Quiere enumerarlas?

Ha habido una crisis general, conocida pues por todos, que ha afectado a la publicidad generalista. La publicidad de sector, a su vez, ha padecido la crisis brutal de las industrias discográfica, cinematográfica y, aunque algo menos sangrante, editorial. Ha habido un cambio de paradigma, del papel hacia el soporte digital, que dista mucho de estar resuelto. Por no hablar de las empresas de medios periodísticos que se lanzaron a jugar al Monopoly con pésimos resultados. O de quienes creyeron que la información no valía lo suficiente y debía venir acompañada de cuberterías de plata o DVDs con la filmografía de Clint Eastwood. ¿Cuántas llevo?

He perdido la cuenta.

Bueno, me estoy dejando alguna. Con la crisis, por ejemplo, surge una corriente negativa hacia todo lo supuestamente institucionalizado. De repente, una serie de blogs de opinión a la contra, donde el criterio periodístico suele brillar por su ausencia, se las dan de decir “la verdad” –en realidad, “una verdad” entre tantas– frente a unos medios a los que consideran corruptos. Y la crítica literaria –donde se han dado abusos, cierto, pero los mismos que en cualquier otro ámbito de la actividad humana– pierde su carácter prescriptor.

Me ha convencido: los espectros dan menos miedo, volvamos a ellos. Antes me decía que no son suyos, sino de su protagonista. Es una diferencia vital para entender la novela.

Así es. A través de los diferentes estilos de narración (primera persona, narrador omnisciente, artículos, mails, monólogos internos…) y la consiguiente variedad de puntos de vista buscaba acercarme a lo que Henry James logró tan magistralmente en Otra vuelta de tuerca: ¿dónde están los fantasmas, en la realidad o en la cabeza de la institutriz? Soy consciente de que he dejado algún hilo suelto, de que la separación no es perfecta, pero hay quien ha leído El murmullo en clave claramente sobrenatural y quien ha conseguido descifrarlo desde una interpretación realista.

¿Usted cree en los fantasmas?

Depende de lo que entendamos por fantasmas. Creo que no podemos explicar todo lo que sucede en este mundo,pero precisamente por ello tampoco me atrevería a utilizar conceptos tan cargados de significado a priori como el de “fantasmas”. La física cuántica constantemente pone a prueba nuestros límites de comprensión: la idea de universos paralelos, fotones que ocupan dos lugares diferentes a la vez…

Por si no fuera suficiente, también nos presenta a un asesino en serie, ese lobo que sale al paso de la Caperucita Anabel Prat. Y se trata quizá del personaje menos definido del libro.

Es que llevamos demasiado tiempo mitificando esa figura obscena del asesino en serie. En parte, supongo, porque ansiamos comprender su carácter monstruoso, pero también hay un elemento de morbo. En Estados Unidos, los psychokillers son estrellas pop. Y en la ficción creo que nos costaría más realizar un listado de médicos que de asesinos: Norman Bates, Jason de Viernes 13,Freddy Krueger, Leatherface… Para mí, el Espantapájaros –que es uno de los nombres que se le dan en el libro– tiene la misma personalidad que un tiburón blanco. Es una fuerza bruta que, caso de cruzarse en tu camino, te arranca algo. Con la diferencia, claro está, de que el tiburón lo hace por alimentarse y él, por perversión o enfermedad. Pero no quería otorgarle una personalidad definida, mucho menos que se convirtiera en el protagonista de la función.

Ya hemos mencionado a la Caperucita, pero los referentes infantiles son muchos.

Sí. Es uno de los temas principales: el fin de la inocencia. O, mejor dicho, ese fin trágico de la inocencia, que es que llegue antes de tiempo. Anabel Prat es una adolescente aún bastante aniñada y la experiencia del secuestro, si no le cuesta la vida, la va a cambiar para siempre. Su infancia acaba en la primera página de la novela. A partir de ahí, queremos averiguar si sobrevive y, sobre todo, en qué condiciones.

He leído en la página de Facebook del libro que muchos de los nombres esconden homenajes literarios.

Y personales. Es una forma de divertirse escribiendo, también de reconocer la influencia que otros han tenido en ti y, de paso, no sé, de sentirse parte de una tradición. Anabel lleva el nombre de una heroína trágica de Poe, uno de los autores que devoré en mi adolescencia, dueño de un imaginario gótico muy afín al espíritu crepuscular y lluvioso del libro. Y el apellido de Gloria se debe a Francisco Casavella, escritor al que admiraba muchísimo, con quien tuve una cierta relación y cuya desaparición, terriblemente temprana, no deja de apenarme. Luego, entre los periodistas, aparecen citados varios compañeros de profesión a los que admiro.

En los agradecimientos cita también a Stephen King, John Connolly y hasta al pintor Francis Bacon… ¿Usted también ha dormido usted con Sthephen King?

Sí, claro… (risas y un brindis)… King es otro escritor fundamental en mi pasión por el género, uno de los pocos autores que me han tenido una noche entera sin dormir. De Connolly me interesa lo contemporáneo de su propuesta negra-sobrenatural, y también lo paso bien con sus libros (aunque me gustaría de paso reivindicar una obra similar que me fascinó en su día, El corazón del ángel de William Hjortsberg). Y Bacon, con sus figuras claramente humanas pero notablemente grotescas, fue inspiración capital para las apariciones espectrales, pero también para algunas actitudes de los personajes de a pie.

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