Cartas al director
CARTAS AL DIRECTOR
Calentones políticos sin resultado
Juan Antonio Sánchez Campos
04/07/2015 (17:57 horas)
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Evidentemente los primeros casos de corrupción sacados a la luz pública vinieron de la mano de los interesados en acumular serigrafías de una escalada de deslealtades para con los ciudadanos a cambio de valerse de la indignación de estos para acaparar simpatizantes a sus diferentes formaciones. Esta obvia conclusión se ha llevado por delante a varias docenas de malintencionados políticos a los cuales les sirvió el cargo que desempeñaban en los diferentes partidos para lucrarse ansiosamente de recursos ajenos mediante tramas urdidas a la carta.

Lo que ignoraban aquellos que comenzaron la guerra con la intención de demostrar la falta de lealtad de los políticos con la ciudadanía es que esa serigrafía de aptitudes aparentemente dadas a conocer con el solo objetivo de agenciarse de la simpatía social, se les volvió en una ráfaga demoledora de fotocopias con el color de los billetes como modelo de semejanza.

En definitiva, que estas personas aparentemente integras se confunden ahora con los que antes profetizaban ladrones de recursos y que pasan a engrosar las filas de la más repugnante clase política posible. Es verdad que todo apunta a que durante los diferentes gobiernos que han pasado por Moncloa desde la entrada en vigor de la democracia en nuestro país, se han ido llevando un poco cada uno del erario público, la historia demuestra que siempre hubo ricos y pobres pero que estos ricos han estado del lado de los dirigentes para hacerse más poderosos pero, desde luego, estas generaciones políticas se han pasado de la raya y se sirvieron de la confianza de un pueblo gozoso de libertades, entusiasmado con la idea de poder opinar sin miedo y sin saber de la trampa de la salida, disfrutando de un nivel de vida, un Bienestar Social y una calidad del sistema envidiado en toda Europa y otras partes del globo.

Pero es ahora cuando más duelen los hechos, la herida latente de verse robado por los que juraron defender sus intereses. Es por tanto tan legítimo como de sentido común la desconfianza ciudadana hacía la clase política y la percepción de que somos meros instrumentos de introducir sobres en las urnas a la voz de quien mejor mienta. Sí, no es nada irracional pensar noblemente en que las cosas pueden cambiar, pero no de la noche a la madrugada queriendo cogernos en el mejor sueño; es irremediable lo que hasta ahora nos han hecho los diferentes protagonistas del poder en las décadas democráticas que ya llevamos a cuestas aunque se pueden poner limites a la degeneración de un Parlamento más parecido a un recreo escolar que a unos señores elegidos para defender la salvaguarda de los derechos de los ciudadanos.

Ya no se puede ver en el plasma un debate sobre el Estado de la Nación sin que salgan a relucir aspectos divergentes con la apariencia siempre de que uno es más ladrón que el del escaño vecino; eso ya debe pasar a la historia de la vida parlamentaria por ser tan ridículo como ineficaz perder el tiempo en semejantes trifulcas. Las políticas confluyen por lados distintos con el simple manifiesto de querer ser contrarias en ideologías a pesar de ser idénticas en su base. Basta ya de promesas con gestos irrefutables venidos a cargar la mochila de recursos electorales siempre en las mismas fechas, con la cercanía del voto a la vuelta de la esquina todo son soluciones cuando antes no había ni un solo atisbo de ser posible una respuesta concisa a un problema expedito.

No somos más imbéciles que antes, ni menos honestos tampoco; somos ciudadanos que no entienden como en una crisis que se está llevando el bienestar de la sociedad al cubo de la basura y dotando a miles de españoles del carnet de pobre en la boca se atreven aún a decir que España va correctamente hacía el progreso o que la economía es perceptible en los mercados. Será en esos mercados a los que va a comprar el Presidente del Gobierno un sándwich de media tarde porque lo que es al mercado de los barrios cada día la caja esta más vacía y las colas de ciudadanos para hacer la compra brillan por la ausencia de recursos en los bolsillos.

El dedo que señalaba al culpable se ha vuelto al que lo hacía con los mismos pronunciamientos; incluso nuevos dedos que salen apuntando a diestro y siniestro como valedores de la confianza ciudadana se están con el tiempo convirtiendo en protagonistas de sus equipos con el afán de llegar a capitanear sus formaciones bajo la estrechez de los deseos propios. Nadie se salva de este maremágnum de intenciones puestas en la mesa de las promesas sin cerrar la ventana, ese espacio libre por el que vendrá una ráfaga de viento impredecible que se llevará los programas al carajo cuando acabe el escrutinio y este sea a beneficio del más afortunado y no por ello merecedor.

La sociedad española se muestra indignada ante la avalancha de cambios que este Presidente, el mismo que pasará a la historia por ser el protagonista en época de recortes, corrupción y de la oleada malsana llena de indecorosas promesas de humo, ese que comienza a regalar en los oídos de sus más allegados colaboradores; eso de dar dinero a los funcionarios o de bajar el IRPF no cambia nada en lo concerniente a los beneficios más apremiantes que necesita la sociedad para seguir subsistiendo.

Los comedores escolares, los niños en la pobreza, las mafias que se lucran de las necesidades ajenas causadas por la indefensión de la falta absoluta de prestaciones, las tasas de otro personaje que recordará la enciclopedia española como el destrozador de la enseñanza y la cultura en el país envidiado por ella, la desidia de la administración para sacar a flote medidas con las que asentar las familias monoparentales y un empleo marcado por la precariedad de salarios entre otras muchas disfunciones sociales que nuestro país sufre desde hace ya más de una década nos hace repeler la voz de quien dice lo que no se ve por ningún lado, es decir, que va proclamando a los cuatro vientos un repunte de nuestra economía cuando lo que realmente se está afilando son los dientes electoralistas.

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