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JAVIER BRAGADO
Sábado, 19 de marzo 2016, 00:25
Pablo Torrijos (12-5-1992, Castellón de La Plana) reflexiona sobre sus últimos obstáculos inesperados. No se encuentran en las preguntas de la carrera de Criminología. Tampoco en su estado físico. Se los ha colocado él mismo. Él, subcampeón europeo de triple salto bajo techo, ... ha modificado su manera de saltar en los últimos tiempos sin desearlo. Por ejemplo, dos semanas antes de los Mundiales en pista cubierta de Portland ganó otra vez el Campeonato de España en Madrid, pero con unas rondas peculiares. En lugar de dispararse con velocidad de esprínter, irguió todo su cuerpo y como una gacela brincó hasta el 16,66. Suficiente en casa, insuficiente en sus sueños.
Los 17,04 metros de su mejor actuación se han alejado y Torrijos fue el primer sorprendido. «No es la marca que yo creía que podía conseguir. Pero a pesar de eso yo estoy bien, mejor que nunca. La semana de antes había hecho muy buenos entrenamientos, los mejores de siempre. Vamos, que estoy superbien», aseguraba antes de partir hacia Portland. Salta con la cabeza bien alta y flotando en el aire. «Eso es una de las cosas que estoy haciendo en parte mal esta temporada. En Madrid estaba rebotando más y es lo que estoy tratando ahora de no hacer porque pierdo tiempo y velocidad. He ganado fuerza. Sin querer tiro con un poco más de fuerza. Digamos que me gusto más viéndome rebotar, pero es un error porque en el triple es aprovechar la velocidad que tienes», analiza el joven castellonense sobre la competición en la pista de Gallur.
Las pesas y la evolución física le han dado más potencia, aunque todavía le falta control. Incluso se está orillando al límite de la calle con el riesgo de una posible eliminación. «Eso también es una cosa que tampoco hacía y lo estoy haciendo no sé por qué. En alguno casi que me iba fuera, en alguna competición no he acabado algún salto porque me he ido bastante a la derecha. Estoy corriendo bien, pero después como que bato a la derecha y no tengo ni idea porque la carrera entrenado la estoy haciendo bien», añade. «Tampoco es un fallo; no importa. Si me fuera muchísimo, sí», insiste para sacudirse el cambio.
La receta para levantar el ánimo y el cuerpo más allá de los 17 metros puede estar en Portland. «Necesito ya una competición de nivel para acabar de dar el salto que pienso hacer», soluciona ambicioso. No hay dudas. Su entrenador, Claudio Veneziano, insiste en que es cuestión de que se libre del agarrotamiento. «De cara al Mundial voy a intentar cambiarlo un poco. En Madrid estaba intentando saltar más con más velocidad pero me estaba costando. Como me he puesto fuerte sin querer estaba más a ponerme guapo... como aquel dice rebotando... Pero es un error», reflexiona sin ánimo de excusarse.
En la sala de Oregón contará con un aliado, una pista desmontable que suele ayudar como un trampolín a los saltadores. Torrijos ya disfrutó de condiciones semejantes cuando voló en Praga (17,04 metros) en 2015 para establecer su mejor marca. En contra cuenta con el viaje transoceánico en la misma semana de la competición. A su favor esgrime su amor por los interiores. «Desde que el año pasado me salió muy bien la pista cubierta empezó como a gustarme y tiene más cosas. Es más atractiva porque es un recinto más pequeño, el público está más cerca, tampoco afectan factores como la lluvia y hay como más contacto público-competición. Si logran conseguir un ambiente como en los mítines, con música, es más espectacular que al aire libre», argumenta quien se anima contagiado por el ambiente.
Torrijos espera que los Mundiales de Portland disparen sus marcas y su autoestima. Le faltan 16 centímetros para su ambiciosa meta de los Juegos Olímpicos en agosto, pero no se arruga. «Arreglando un poquito puedes. Depende de días y de saltos. Esta temporada he tenido saltos que me he dicho: Arreglo un poquito esto y 17 (metros). Mientras que en otras competiciones (suspira profundamente)... No, no, no», revela en un nuevo debate interno quien ansía aterrizar al menos en 17,20 en Río de Janeiro.
A pesar de las inesperadas modificaciones el castellonense no ha perdido ni un ápice de su confianza. «Si no creyera que no puedo hacerlo no me levantaría todos los días por la mañana ni lucharía por ello. Son objetivos ambiciosos y lucho y entreno para ir», anticipa sobre los Juegos. Serán en agosto y antes cuenta con unos Mundiales en pista cubierta para superar sus barreras mentales, recuperar su mejor técnica y aterrizar en la arena más allá de su plusmarca. Claro que tendrá que salir menos «guapo» en las fotografías.
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