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Javier Bragado
Viernes, 7 de agosto 2015, 11:17
Jessica Vall no se lo creía cuando tocó la pared de la piscina de Kazán de manera simultánea con otras dos nadadoras (2.22.76). Se volvió y al mirar el marcador tardó en percatarse de que su magnífico esprint en el último largo le ... había colgado una medalla de bronce. A sus 26 años saboreaba la sensación de la gloria en un inesperado momento después de una inusitada trayectoria dentro y fuera de la piscina.
El principal mérito de Vall consiste en que es una nadadora a tiempo parcial. Al contrario de la corriente habitual en el deporte, sacrificó su carrera de nadadora para concentrarse en la académica. Se afanó en acabar la carrera de Biomedicina en cinco años (sin ningún tipo de retraso) y rebajó sus largos en la piscina para dedicar más horas a los libros. Sólo con la licenciatura sellada decidió establecer un objetivo de alto nivel en la piscina: los Mundiales de Barcelona. Con 25 años y muchas horas de entrenamiento en el CN Sant Andreu, porque ella no se zambulle en un Centro de Alto Rendimiento con todas las facilidades garantizadas para un deportista de élite, logró su objetivo mientras preparaba tanto el esprint de los 50 metros braza como estrategia de resistencia de los 200. Sólo la clasificación para Barcelona 2013 ya fue celebrada por la catalana que había ganado dos medallas en el camino en los Juegos Mediterráneos, pero saltar a la piscina en su ciudad ya supuso una inyección de adrenalina.
Sin embargo, Jessica Vall no ha abandonado sus labores asociadas a la investigación. Actualmente trabaja como técnica de laboratorio en prácticas el el Parque de Investigación de Biomedicina de Barcelona, estudia un máster en Bioética por la UCAM y piensa hacer un doctorado. Las jornadas se distribuyen entre sus brazadas a las órdenes de Jordi Jou, sus horas de entrenamiento con las zapatillas -ha sido capaz de acabar una carrera a pie de 10 kilómetros en 42 minutos-, sus probetas en el Laboratorio Antidopaje de Barcelona (que está en el Hospital del Mar y es uno de los dos acreditados por la Agencia Mundial Antidopaje en España) y su vida de casada desde septiembre del año pasado. Cada día comienza a las cinco de la mañana su jornada y por eso ha sido la primera en valorar su increíble logro. De ahí que cuando le colgaron en Kazán el bronce por su actuación en la prueba de 200 metros braza se dividiera entre exhibir su medalla al resto de la expedición española y enjugarse una lágrima persistente en su ojo izquierdo. Pocos pueden ponerse en la piel de una mujer que empezó a competir a alto nivel con 25 años, fue bronce en los Campeonatos de Europa un año después y que ahora puede presumir de ser la tercera mejor del mundo en su especialidad.
Duane da Rocha consiguió clasificarse para las semifinales de los 200 metros espalda con el decimo sexto mejor tiempo al nadar en 2 11.53, en una prueba en la que fue baja de última hora Melani Costa. Da Rocha nadó en la misma serie que la húngara Katinka Hosszu, que fue la mejor en las series con 2
En el resto de pruebas, los españoles no superaron la primera serie. En los 800 metros estilo libre ni Melani Costa -quien renunció a nadar los 200 metros espalda- ni Beatriz Gómez pudieron acceder a la final. Costa fue decimotercera con 8 34.89, mientras que Gómez finalizó vigésimo segunda en entre todas las nadadoras de su fase con 8
Voló en el último largo
En la piscina rusa desarrolló sus mejores virtudes. «A los 150 metros me he dicho: 'Jessica, estás ubicada muy atrás'; y en los últimos 50 metros he ido a darlo todo. Toqué la pared y no sabía, no salía mi tiempo. En fin, que estoy que no me lo creo...», confesó en la zona mixta. Su 1,65 de altura es sensiblemente inferior al de sus adversarias pero su cuerpo menudo (alrededor de 50 kilogramos) le permitió volar sobre el agua en un esprint que en el último largo cambió la pelea por no ser última a subir a un tercer escalón en el que el podio se pobló con dos bronces más. «Tiene un hándicap con los brazos cortos pero también le va mejor para los últimos 50, ya que, con menos peso, tiene más opciones que las demás», explica su entrenador Jou. Pulverizó su mejor marca personal (2:23.96), logró que sus queridos compañeros de trabajo se congratularan en Barcelona y otorgó a la delegación española su única medalla en la natación en línea en los campeonatos (aunque el relevo masculino de 200 metros estilo libre batió el récord de España y logró su pasaporte para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro). En su segundo Mundial, en su primera final, se colgó un bronce. Se trata de una nueva hazaña para Jessica Vall, una nadadora a tiempo parcial que también ha tenido que compartir su bronce.
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